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Saturday, November 08, 2014

NO TENGO TIEMPO

Cuando alguien nos dice: "no tengo tiempo" lo que en realidad quiere de decir es: “Tengo cosas que considero más importantes que atender”, sin embargo, no se plantea así de directo.

Recuerdo una ocasión en la que pedí audiencia con una autoridad importante de gobierno. Su secretaria me indicó que no podría atenderme, debido a un sinnúmero de compromisos inherentes a su cargo. 

—Me tomó por weon me dije­ y en enseguida le insistí con un ¿y después…? Haciéndome el weon, a propósito esta vez.

—Es que tiene toda la agenda ocupada... me dijo  

—Ahhhhh... murmuré comprensivo y luego de pensar un momento, le propuse con aire esperanzado: ¿y si le compro, yo mismo, una agenda nueva? ¿Me podrá anotar una reunión? ¡Quedaría yo de los primeros! —le recalqué alegre, por cierto, una vez que atienda a todos los de la agenda actual, ¡no antes! Aclaré de antemano

—No, si no es eso replicó, argumentándome nuevamente que era difícil, puesto que era una persona sumamente ocupada y tenía varias semanas ocupadas, con agenda ocupada.

—Pero... ¿Y después? re insistí Yo tengo tiempo. Incluso si él no tiene tiempo nunca en los cuatro años que durará en el cargo, me puede agendar con quien que lo suceda, ¡Él o ella, de seguro todavía no tiene ninguna reunión agendada, ¡Ahí sí que quedo de los primeros! Concluí, mientras fingía una sonrisa para dar por cerrado el impedimento.

Debo reconocer que a estas alturas el disfrute mío era excepcional, pues es evidente que me divertía haciéndole zancadillas lógicas a esta señora. ¡Que me perdone dios! (y su secretaria...)


—Como le dije caballero, don Rodrigo es un hombre muy ocupado y sería difícil que lo pueda atender, tiene cosas súper importantes para estos días rezongó exculpándose con sonsonete infantil.

—Entiendo comente resignado. El debe tener asuntos muy importantes que atender debido a su cargo reflexioné en voz alta y tras un momento, embestí de nuevo para llevarla a otro terreno:

—Pero... ¿el hace cosas importantes, se ocupa de cosas de relevancia, no?, A lo que ella respondió con cierto orgullo y firmeza (sobre todo al mencionar la palabra "jefe"):

—¡Por supuesto!, mi jefe es el encargado de... y está a cargo de... le toca ver cosas como...  además, el ve todo lo que tiene que ver con... etc., etc. —; mientras se sumía en halagos y genuflexiones, por llamar de algún modo decoroso, a esos ademanes donde las personas se inclinan y usas profundamente la boca para alabar a un "ser" superior jerárquico.

—Y entonces ¿por qué no me puede atender? —pregunté—. Ud., ni siquiera sabe del tema, ni la importancia que pudiera revestir. ¿Cómo evaluó la importancia de lo que debo plantearle si ni siquiera conoce el tema, ni tampoco me conoce? ¿Por mi aspecto, por mi hablamiento? —Afirmé, exigiendo con la mirada—

Ella—, con su voluntad real semiexpuesta frente a mí, guardó silencio culpable un momento y preguntó con desgano:

—¿Y de que se trataría? ¿Cuál es el tema de la reunión? Mientras hacia el ademan de tomar un cuadernito para anotar, dejando entrever de paso, una fisura en su voluntad de secretaria-muro; fisura que cerré a propósito para ir por más:

—Ehhh... es algo “personal"  —agregué con firmeza y cierto celo—, frase que sepultó por completo la posibilidad que emergía, retornando la señora a su carácter monolítico fabril.

Pero es que así no le puedo ayudar pué… afirmo con ternura de párvulo—, dejando nuevamente la libretita en la mesa, mientras recuperaba integridad moral, tras haber delegado parte de su culpa en mi.

—Es que no le puedo decir, pero es importante para él recalqué. De hecho, a su jefe es a quien más le conviene lo que tengo se plantearle —sancioné

—¿A si? Inquirió la veterana mientras se habría una vez más una fisura en su voluntad, esta vez, a manos de la curiosidad y servilismo-dependiente.

—¡Por supuesto! le replique. Él es quien más me lo va a agradecer.

—Ehhhh… Es que esta ocupadito pueh... Está con temas súper importantes esta semana afirmó, abandonando la formalidad, en un intento último e íntimo de convencer a semejante porfiado.

—Aaaaaahhh! ¡Al fin entiendo! Exclamé ¡mi tema no es suficientemente relevante para ocuparle tiempo y RAM a semejante autoridad!  ¡Eso era! ¿Por qué no me lo dijo así desde el principio? Pregunté sin esperar su respuesta—. ¡Claro, eso era!

—¡Noooo! me dijo, interrumpiendo mis autocomentarios. No se trata de eso, es solo que él no tiene tiempo disponible —sentenció restableciendo con ello la relación formal que ameritaba esa aséptica oficina.

Mire, vamos a hacer lo siguiente. Si me da un momento, voy a ver si lo puede atender ahora mismo ¿ya? Pero no le aseguro nada… afirmó, buscando mi aprobación mientras se giraba para caminar hacia la gran puerta que nos separaba de su jefe, seguramente, sintiéndose satisfecha por brindarme “ayuda” desinteresada.

No hay problema asentí condescendiente. La espero, tengo tiempo… susurré aunque nunca supe si alcanzó a escuchar esta última frase, que se desdibujó entre mi murmullo, el sonar de sus tacos y el chillido de la puerta, de su jefe.







Nota: para la construcción de este escrito, no fueron sacrificadas secretarias ni autoridades públicas, puesto que el objetivo principal del mismo, más que la exploración de la voluntad —secreta(rial)— humana, es la exploración del uso de guiones largos y el abuso de los mismos.



Mauricio Arnoldo Cárcamo Pino


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